Trabajar durante más de veinte años en compañías de teatro privadas hace que te conviertas en un todoterreno. Empiezas con la aspiración de ser actor y acabas siendo un currante de la farándula. Técnico de luces, escenógrafo, productor, técnico de sonido, regidor, figurinista, dramaturgo, distribuidor, atrezzista, director, contable, tramoyista... y claro, también actor.

 

Es este un oficio de necesidades. La necesidad de aprender. La necesidad de mostrar lo aprendido. La necesidad de buscar. La necesidad de encontrar. La necesidad de conocer. La necesidad de ser conocido. La necesidad de...

 

Desde que soy profesional de la farándula, he tenido que darle duro en todos y cada uno de los trabajos en los que he intervenido. A veces solo, poco recomendable, y en la mayoría de las ocasiones en compañía, mucho más enriquecedor y divertido. La más que manida consigna de capacidad de trabajo en equipo se hace necesidad (una más), en esta profesión. Como en casi todas.

 

Durante todos estos años he aprendido que los que estamos en un escenario, exponiéndonos, no somos tan diferentes a los que nos ven, escuchan y sienten al otro lado de la cuarta pared. De joven te sientes especial y quizás algo de ello tienes pero, con la edad y la experiencia acabas dándote cuenta de que lo único que te diferencia de un oficinista, mecánico, fontanero, albañil, médico, abogado, psicólogo, etc., es que a éstos, cuando acaban su trabajo, casi nunca nadie les aplaude. A nosotros sí, y sólo por eso, vale la pena.

 

GRACIAS